Manuel Fernández asumió la dirección técnica de Chacarita en uno de los momentos más delicados de los últimos años. Tras la abrupta salida del entrenador anterior y seis partidos consecutivos sin triunfos, el equipo había perdido su identidad futbolística y enfrentaba una lista interminable de problemas físicos y sanciones.
Estas dificultades impedían la estabilidad de la formación, y el plantel, desgastado por lesiones y malas actuaciones, estaba atrapado en una crisis que amenazaba la permanencia del club en la Primera B Nacional.
Sin margen para incorporar refuerzos en el mercado de pases, Fernández asumió la conducción en una etapa avanzada del torneo, con 25 fechas ya disputadas y un fixture implacable por delante: enfrentamientos de visitante contra Defensores de Belgrano y San Martín de Tucumán, y un exigente choque en casa frente a Arsenal.
Como si fuera poco, el equipo debía luego viajar a San Juan para jugar contra San Martín, líder de la zona en ese momento. La presión de la hinchada y el miedo al descenso aumentaban las tensiones.
Un enfoque integral: físico, mental y táctico
Desde su llegada, Fernández implementó un plan de acción meticuloso y ambicioso. El cuerpo médico, liderado por el doctor Enrique Prada, realizó evaluaciones físicas y diseñó rutinas personalizadas para cada jugador.
Con un plantel diverso en edades —desde jóvenes promesas de 18 años hasta veteranos de 41—, se apostó por entrenamientos individualizados que también incluyeron dispositivos GPS para medir las cargas de trabajo diarias. Además, se puso en marcha un plan nutricional con pesajes diarios y mediciones semanales para mantener el estado físico óptimo.
A pesar de la persistencia de algunas lesiones, los esfuerzos dieron frutos: el equipo recuperó poco a poco su identidad de juego. Aunque los resultados no llegaron de inmediato, la propuesta futbolística fue bien recibida dentro del plantel y se sintió una mejora tangible en el rendimiento colectivo.
Fernández supo amoldarse al contexto competitivo, ajustando su modelo de juego en función de las necesidades del equipo y del momento crítico que vivía el club. Una de las decisiones más acertadas fue confiar el liderazgo del vestuario a dos jugadores experimentados: Víctor Figueroa y Rodrigo Salinas, quienes no solo transmitieron los valores adecuados, sino que fueron fundamentales para guiar al equipo hacia la estabilidad deportiva e institucional.
Resultados: del abismo a la tranquilidad
Chacarita logró asegurar la permanencia en la categoría tres fechas antes del cierre del campeonato, un logro que trajo calma a la institución. Con 45 puntos acumulados, el equipo finalizó 8 unidades por encima de Talleres de Remedios de Escalada, que deberá disputar la promoción para evitar el descenso.
El mayor mérito de Fernández y su cuerpo técnico fue haber logrado consolidar una identidad futbolística a pesar de las adversidades. Varios jugadores clave recuperaron su nivel físico y deportivo, lo que permitió al plantel competir de manera más equilibrada. Los valores de dedicación y profesionalismo, promovidos desde el inicio de su gestión, se instalaron como pilares tanto en el plantel como en el día a día del club.
Un futuro con cimientos sólidos
El objetivo principal del cuerpo técnico era claro: mantener a Chacarita en la categoría y devolverle estabilidad en el plano futbolístico. Ambos objetivos se cumplieron, dejando al club en una posición favorable para planificar con mayor serenidad el próximo campeonato y, eventualmente, recuperar el sueño del ascenso.
Manuel Fernández no solo evitó el descenso, sino que sentó las bases para un futuro prometedor. La calma regresó a la institución, y con un plantel revitalizado, Chacarita podrá encarar los desafíos venideros con una estructura más ordenada y con el respaldo de una gestión que demostró estar a la altura de las circunstancias más difíciles.
Lo que parecía un escenario de pesadilla se convirtió en una historia de redención. Fernández y su equipo técnico lograron reconstruir un plantel golpeado y devolverle la confianza perdida. El caso de Chacarita refleja cómo una gestión adecuada puede marcar la diferencia incluso en los momentos más oscuros.
Ahora, con los fantasmas del descenso en el pasado, el club mira hacia adelante con optimismo renovado, listo para encarar los desafíos que vendrán en busca de su lugar en la élite del fútbol argentino.